El abrigo Rojo
Me encontraba en casa cuando llegaron sin previo aviso; en realidad le precedieron unos cazadores, que ensordecían el ambiente con sus motores. Llevaban cascos y fusiles. Camuflados, sus rostros eran negros, sin facciones y sus voces en contraste, de niños jugando a ser poderosos.Sus dos hijas miraban la escena sin entender nada. Yo tenía a mi bebé en brazos, de apenas tres días de nacida. No hubo compasión, fui arrebatada de la matriz y de esas tres criaturas en nombre de una bandera. Mi bandera.
Me encontré en medio de otros arrebatados de sus úteros, tan temerosos y descolocados como yo. Nuestra bandera en el centro flameando alta y bella, dulce; con su estrella de esperanza.
En el camión me encontré con una colega del tren de la salud, tampoco entendía mucho, pero nos mirábamos con ojos de paz, en medio de muchos lamentos y con la convicción acérrima de estar fuera de lugar. La convicción de la inocencia.
Pasaron largas las horas. Las voces de mando, las de horror y las de padecimiento; nunca le dieron tregua, se entremezclaban en una batalla campal sin fin.
Un oficial de alto mando pasó cerca y volviéndose hacia mí logró reconocerme. Era un gran amigo de mi tío y en compasión del deber dictatorial de su consciencia, ordenó mi liberación.
Yo agarré la mano fuertemente de aquella que suplicaba mi ayuda y no la solté hasta que nos subieron a unos de esos transportes en que nos habían traído. El soldado pareció no darle importancia a mi acople y me subió a punta de tiro.
En el transporte sólo nos mirábamos, el Estadio Nacional, se alejaba en retrospectiva, pronto llegaríamos a mi hogar. Las manos siempre unidas. El camión se detuvo y me bajaron de un ala, pero yo no solté su mano.
La voz sonó fuerte y encañonada. La orden fue clara ¡Voh te bajai! Y ella se queda. No hubo más tiempo. Le entregué cuanto llevaba, mi abrigo rojo con una marraqueta semidura en el bolsillo, parte de mi alma y un hasta pronto.
Bajé del camión, con las pupilas de mis tres niñas encima y la leche derramándose de mis pechos.
El resto, el resto es historia...
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Ha sido publicada en la Antología del Taller 2009 , y por Pelagatos.cl, su manera de plasmar la ficción con recuerdos que retrotraen parte de un pasado común , hacen de esta escritora un manifiesto siempre vigente y pluma acertiva.
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