Tendida en la destartalada cama en una pieza del cité, con las piernas abiertas y ensangrentadas, Rayen recuerda el día en que plantaron la vida, con toda la fuerza de su memoria y alegría. Entra en el laberinto, la envuelve un remolino de imágenes. Se ve bajo un puente engendrar el misterio a plena luz, y muy pronto huyendo de su sombra. Algo estalla en su vientre. Al final del túnel un vórtice la atrae, confusa pero en calma la envuelve un fuerte abrazo, una paz no conocida, se deja llevar y se pierde en la caída.