En ese enredo de calles, pasajes, bocinazos, luces, motores, cables que se cruzan, humo negro, al fondo un cerro, edificios grises y los cañonazos del mediodía, el Mono se abría paso ágilmente entre la multitud que iba y venía, la mayoría con cara de endeudados. Con su parca de cuero negro tachonada, la melena amarrada a la nuca, jeans ajustados y su mochila de tela a la espalda, cruzaba por cada quiosco leyendo los titulares de los diarios: “Ministro propone velar porque no haya lucro en universidades privadas”, se destacaba en una de las portadas, con la típica foto en que la autoridad aparecía sonriendo socarronamente.
Al Mono le hervía la sangre al ver tanta injusticia y descaro. Pero también entendía que muchos permitían ese estado de cosas, alienados por tanta farándula y publicidad, endeudados y aún así más interesados en tener que en ser auténticos, permitiendo que Otros dirijan sus vidas, pasivos y resignados.
En su rápido camino hacia la alameda, lo animaba la esperanza de llegar a tiempo para juntarse con sus compañeros y sumarse a la marcha. Parecía un nuevo despertar, volvían a movilizarse como en los viejos tiempos. Algunos trabajadores salían más temprano, evitando la manifestación que ya estaba en curso, y había tacos por todos lados. Cuando alcanzó la columna que parecía un río de gente, ya había empezado la represión. Evitando los cabros y las niñas que arrancaban del guanaco y de los gases –algunos disfrazados, otros con instrumentos musicales, mientras los más osados gritaban y les tiraban peñascazos a los pacos que se agrupaban repartiendo lumazos, puñetazos y patadas a todo lo que se les cruzaban- el Mono buscaba el mejor ángulo para arrojarle su carga al zorrillo, mientras se encajaba una máscara antigas. Pero ni siquiera pudo sacar su carga de la mochila; el chorro a presión le dio de lleno en la espalda y lo lanzó contra el suelo. Cuando reaccionó ya casi tenía encima a dos uniformados; se levantó como un resorte y se metió en carrera por un pasaje sin salida con uno de ellos pisándole los talones. Cuando se enfrentó al paco que lo tenía acorralado en el fondo del callejón, lo miró a los ojos, se quitó la máscara y le dijo:
- Pero Rogelio, ¿qué estai haciendo acá…?
- Aquí me ves hermano, ganándome los porotos como todos nomás…¡y haceme el favor de mandarte a cambiar antes que te saque la cresta!
- Gracias loco! Nos vemos luego…
Y partió a buscar un Mac Donald donde descargar su rabia.
3 comentarios:
y allí caminaban al compás de las batucadas, bailando, gritando consignas mezclando rabia con esperanza, decepción con esperanza... ahhhh la juventud!!!! quiero contarles que junto a ellos también había mucha gente, obreros, gente de la salud, apoderados y por supuesto estábamos las que estamos frente a ellos por horas... y que muchas veces compartimos muchas más horas y cantidades de palabras que con sus propios padresa... ahí estábamos las "viejas juliás" gritando en la calle para defender nuestros trabajos, por una mejor calidad también para nosotros, por capacitación y más recursos en las aulas, un sueldo acorde al título, por infraestructura en los colegios (nosotros también pasamos frío y muchas otras pellejerías....) hasta ahora que ya han pasado buenas horas estoy plena del futuro que viene... descartando a los estúpidos encapuchados... ellos tienen un futuro bien estrecho (cárcel o cementerio)... yo abogo por los otros los que luchas a cara limpia y se enfrentan con palabras y no como cavernícolas....
tiempos en RE
historia vigente
sangre urgente
ideales enarbolados
buena semana:)
gracias x los comentarios...a no bajar la guardia y seguir firmes en la parada, que no les metan el dedo en la boca como en el 2006.
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