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miércoles, 10 de agosto de 2011

regalito


Sorpréndeme. Fue tu respuesta, cuando pregunté qué deseabas para tu cumpleaños.
Pensé en unas zapatillas cómodas, una polera o camisa con estilo. También podría ser un perfume, algún producto para afeitarse, pero no tendría el efecto que deseaba lograr. Un disco con nuestras canciones preferidas. No, tampoco, lo descarté por trillado, además no pude recordar cuál era su grupo favorito. Entonces un libro, ¿en qué estilo?, si nunca lo he visto leer más que el diario… sus manos siempre sostienen alguna herramienta o porciones de mi cuerpo… nunca libros.
Seguí discutiendo conmigo misma, mientras destrozaba mis pies y por consiguiente los nervios, que en esta búsqueda de un regalo espectacular, se estaban cortando.
Decidí detenerme en un café, allí podría descansar los pies y la cafeína le daría un efecto narcótico a mis pobres nervios. Ya más relajada, comencé a recordar nuestro último encuentro, sólo podía calificarlo como “espectacular”. Fue en ese momento, en que la inspiración bajó en un torrente energético. Abandoné el mal para dirigirme inmediatamente a la peluquería, mi sorpresa requería depilación extrema. Piernas, brazos, axilas… debo confesar que, cuando me depilaron aquella parte, donde nunca antes lo había hecho, se me escaparon varias malísimas palabras, pero al final quedé igual a una muñeca… peladita.
Estrenaría lencería nueva, sostén de encaje y pantaletas rojas.
Con esmero había arreglado el departamento, la comida sobre la mesa, una botella de vino blanco en la hielera.
Sentí tus pasos por el pasillo, las llaves en la cerradura era mi señal para actuar. Con pasos de gata salí a tu encuentro, pusiste cara de sorpresa cuando me viste sólo en ropa interior. Me lancé a tus brazos dispuesta a darte el mejor regalo de cumpleaños, cuando escuché voces que venían desde la cocina.
¡Guarda luego las chelas! - ¿En qué canal es el partido? - ¿A qué hora llega la bruja?
Te miré con furia. Arranqué a la pieza, no sé para qué, si la tropa de imbéciles peloteros ya me había visto haciendo el ridículo y casi desnuda. De un portazo casi derrumbé el edificio y te grité:
¡Feliz cumpleaños maricón!

martes, 9 de agosto de 2011

Me gustan los estudiantes



En ese enredo de calles, pasajes, bocinazos, luces, motores, cables que se cruzan, humo negro, al fondo un cerro, edificios grises y los cañonazos del mediodía, el Mono se abría paso ágilmente entre la multitud que iba y venía, la mayoría con cara de endeudados. Con su parca de cuero negro tachonada, la melena amarrada a la nuca, jeans ajustados y su mochila de tela a la espalda, cruzaba por cada quiosco leyendo los titulares de los diarios: Ministro propone velar porque no haya lucro en universidades privadas”, se destacaba en una de las portadas, con la típica foto en que la autoridad aparecía sonriendo socarronamente.

Al Mono le hervía la sangre al ver tanta injusticia y descaro. Pero también entendía que muchos permitían ese estado de cosas, alienados por tanta farándula y publicidad, endeudados y aún así más interesados en tener que en ser auténticos, permitiendo que Otros dirijan sus vidas, pasivos y resignados.

En su rápido camino hacia la alameda, lo animaba la esperanza de llegar a tiempo para juntarse con sus compañeros y sumarse a la marcha. Parecía un nuevo despertar, volvían a movilizarse como en los viejos tiempos. Algunos trabajadores salían más temprano, evitando la manifestación que ya estaba en curso, y había tacos por todos lados. Cuando alcanzó la columna que parecía un río de gente, ya había empezado la represión. Evitando los cabros y las niñas que arrancaban del guanaco y de los gases –algunos disfrazados, otros con instrumentos musicales, mientras los más osados gritaban y les tiraban peñascazos a los pacos que se agrupaban repartiendo lumazos, puñetazos y patadas a todo lo que se les cruzaban- el Mono buscaba el mejor ángulo para arrojarle su carga al zorrillo, mientras se encajaba una máscara antigas. Pero ni siquiera pudo sacar su carga de la mochila; el chorro a presión le dio de lleno en la espalda y lo lanzó contra el suelo. Cuando reaccionó ya casi tenía encima a dos uniformados; se levantó como un resorte y se metió en carrera por un pasaje sin salida con uno de ellos pisándole los talones. Cuando se enfrentó al paco que lo tenía acorralado en el fondo del callejón, lo miró a los ojos, se quitó la máscara y le dijo:

-         Pero Rogelio, ¿qué estai haciendo acá…?
-         Aquí me ves hermano, ganándome los porotos como todos nomás…¡y haceme el favor de mandarte a cambiar antes que te saque la cresta!
-         Gracias loco! Nos vemos luego…

Y partió a buscar un Mac Donald donde descargar su rabia.  

martes, 2 de agosto de 2011

Un pantallazo de nuestro taller



Este Taller de Creación Literaria, el cual tengo el honor de integrar desde hace tres años y que dirige el poeta y profesor Ricardo Sánchez, se ha caracterizado por intercambiar y promover la literatura que se está produciendo en los frentes más periféricos, como una actitud de resistencia.

Uno de los objetivos primordiales es desmitificar lo canónico e instalar un concepto amplio como lo es el hecho, siempre sígnico y complejo, de la creación. En definitiva, se trata de nuestra pequeña forma de hacer vanguardia.

En las clases, que se realizan los martes y jueves en la Biblioteca Municipal de Maipú, hemos ido incorporando toda una gama de herramientas para la creación, libre de encorsetamientos y esquemas rígidos, dando libre vuelo a la imaginación, compartiendo y comentando – junto con los textos de los grandes maestros y guías- los trabajos realizados por cada uno de los integrantes, quienes conformamos un grupo diverso, aprendiendo unos de otros con respeto y tolerancia.

 Estoy convencido que todos hemos crecido como creadores y como grupo humano, gracias a la permanente búsqueda de nuestra propia voz literaria, otro de los puntos fundamentales que se promueven en el taller. Aprovecho estas páginas virtuales para agradecer a todos los compañeros, a nuestro mentor y guía que tanto nos motiva y también a la vida por haberlos conocido y poder compartir las mismas inquietudes.

Un ángel caído




            El poeta entró al departamento arrastrando los pies luego de una jornada agotadora. Por fin volvía al refugio para dedicarse a lo que era su verdadera pasión. Casi no dormía porque en el día tenía un cargo rutinario en una empresa que le permitía llevar una vida más o menos confortable y en las noches escribía sus mejores versos.
            Se encaminó directo a la cocina, esquivando montones de libros que ocupaban toda la sala; una estantería de pared a pared dominaba el fondo de la pieza, donde destacaban ejemplares de tapas gruesas y llamativos colores. Se preparó un café bien cargado, se acomodó en su mesa de trabajo, encendió un cigarrillo y se dispuso a continuar con el trabajo pendiente, retomando en el verso que dejó la noche anterior:
           
“Si un ángel pasa por tu lado
                                   no te asombre que vuele bajito”

En su cara se reflejaba el placer que le proporcionaba esta tarea; frente al computador se transportaba a otros mundos. De pronto sonó el timbre, se levantó de la mesa sobresaltado por la interrupción. No esperaba a nadie así que fue de mala gana a atender el llamado.

-         Aló, ¿quien es?
-         Estoy buscando al señor Reyes, le traigo una carta de sus padres en el sur.
-         Ah, está bien, suba nomás que la atiendo enseguida.

La muchacha de larga cabellera negra, amplia falda y blusa colorida, parecía un ángel que iba al cielo cuando subió al ascensor. Bajó en el séptimo piso y tocó en el setecientos once. El hombre no pudo disimular su asombro al abrir la puerta y verla allí parada con la carta en una mano y una valijita en la otra.

-         Adelante, pase y acomódese donde pueda; disculpe el desorden pero no he tenido tiempo para arreglar todo esto.
-         No se preocupe; me costó mucho dar con su dirección, es la primera vez que vengo a la capital.
-         Muchas gracias por tomarse tantas molestias; ¿usted de dónde conoce a mis padres?
-         Tenemos amistades en común aunque yo vivo en el pueblo vecino; me pidieron por favor si podía hacerle llegar este encargo  -pasándole la carta-, aprovechando que yo tenía que viajar hasta aquí para hacer unos trámites.
-         Le agradezco nuevamente, veo que ha sido muy osada para animarse a venir sola hasta aquí.
-         Hace tiempo que tenía pensado hacer este viaje; casi siempre prefiero andar sola, me gusta perderme por calles que no conozco, sin rumbo fijo.

Él dejó la carta sobre una de las repisas un poco sorprendido por la inesperada visita.

- Le ofrezco un café o prefiere un té.
- Un café está bien.

Así estuvieron conversando hasta pasada la medianoche sin que se percataran de
la hora. Tan entretenida estuvo la charla que ella aceptó el ofrecimiento para quedarse a pasar esa noche en el departamento.
           
- Le arreglaré el sofá cama para que descanse o si prefiere le daré mi habitación, de todas maneras yo voy a seguir con mi trabajo.
- No se preocupe yo me acomodo donde sea, aquí en la sala está bien.

            Él armó el sofá-cama, la dejó para que acomodara sus cosas y regresó a su mesa de trabajo donde la computadora seguía encendida. Después de un par de horas de teclear sin parar sintió la puerta de la pieza que se abría y entraba el ángel.

-         Es que tuve una pesadilla.

Se arrojó a sus brazos temblando entera. Él la acurrucó como a una niña,
le acariciaba la renegrida cabellera tratando de calmarla. Ella se separó de su abrazo y salió del cuarto arrojándole el camisón y luego el sostén, llegó a la sala donde terminaron revolcándose entre un montón de libros, gozándola en todos los rincones hasta el amanecer.
            Cuando el poeta despertó mareado no reconocía donde estaba. Se levantó para descubrir todas las paredes peladas, sin libros, ni muebles, ni el jarrón con flores que adornaba la ventana, ni encontró al ángel, ni nada de nada.


lunes, 1 de agosto de 2011

utilidad publica

Si a usted le han roto algún órgano vital, siente que la mala suerte le persigue, si donde va sólo puede ver en tonos grises…sus emociones oscilan entre la tristeza y el vacío. Tal vez ha pensado en que la única forma de limpiarse es utilizando productos químicos, ya sea alcohol en grandes cantidades (sí, usted. No es el único que se toma hasta las molestias). Tampoco ha logrado solucionar el problema quemando cuanta yerba existe sobre la larga y extensa faja de tierra que es nuestro país (esto se aplica tanto a la que se hierve, fuma o simplemente quema). Si siente que lleva un tumor dentro de su alma, un dolor insondable que ni los mejores cirujanos podrían abordar… si cada vez que respira siente su aroma, cuando cierra los ojos extraña miserablemente sus manos al punto de querer soñar todo el tiempo, viviendo finalmente en una realidad paralela…